En el corazón del estado de Yucatán se encuentra Maní, un pueblo que hace honor a su nombre maya: “Lugar donde todo pasó”. Aquí, caminar por sus calles es como recorrer siglos de historia viva. Las voces en lengua maya, las mujeres bordadoras, los niños en bicicleta y los abuelos bajo ceibas centenarias componen un retrato cotidiano que conecta con las raíces más profundas del mundo maya.
Un legado que se borda y se cocina
Maní fue una de las capitales prehispánicas más importantes de la región antes de la llegada de los españoles. El Convento de San Miguel Arcángel, construido en 1549, destaca como uno de los conjuntos conventuales más antiguos de la península. Su capilla abierta, su imponente atrio y sus retablos llenos de detalles artísticos lo convierten en un sitio imprescindible.
Pero Maní también se expresa a través de sus sabores. Aquí se presume con orgullo el mejor Poc Chuc de Yucatán: carne de cerdo marinada y asada al carbón, servida con cebolla morada encurtida y salsa de chile. Una experiencia gastronómica más profunda la ofrece doña Cleotilde Poot, quien, desde su cocina tradicional, prepara delicias como sikil-pak, chayitas, frijol con puerco, cochinita pibil y el tradicional pib en Día de Muertos.
Tradición que florece: bordado X’manikté y la miel sagrada
En los talleres textiles de Maní aún se conserva la técnica de bordado X’manikté, considerada la más antigua de Yucatán y en peligro de desaparecer. Este arte ancestral convive con otra práctica milenaria: la apicultura de abejas meliponas, cuyo producto —la miel— es valorado por sus propiedades curativas y su uso ceremonial. Cada temporada, la comunidad celebra rituales como el U Jaanli kab, en honor a estas abejas sagradas.
Escapada con sentido: historia, naturaleza y chocolate
A solo una hora de Mérida, Maní es el punto de partida para explorar la Ruta de los Conventos, la zona arqueológica de Kabah y lugares como Choco-Story Uxmal, un museo interactivo donde el cacao revela su profunda conexión con la cultura maya.
Este museo está ubicado en una antigua hacienda azucarera y cuenta con salas dedicadas a la historia del chocolate, desde su uso ritual hasta su expansión global. También ofrece degustaciones, talleres y un meliponario que conecta directamente con la herencia viva de Maní.
Prepara tu visita: lo esencial cabe en una maleta práctica
Ya sea que te aventures a la selva Puuc, explores cenotes, o recorras iglesias coloniales y talleres artesanales, el viaje por Maní exige comodidad y movilidad. Lo ideal es empacar en una maleta de mano 10 kg, ligera y funcional, que te permita moverte con libertad entre zonas arqueológicas, hospedajes rurales y comunidades sin preocuparte por el exceso de equipaje. Esta opción es perfecta para quienes buscan aprovechar al máximo cada rincón del estado sin complicaciones.