Por un mejor consumo digital

En el marco del Día Mundial de los Derechos del Consumidor, Profeco se suma a la campaña de la Organización Consumers International para fomentar mejores prácticas de consumo en línea.

En la última década, las prácticas de consumo, sobre todo en las audiencias -radio, televisión, incluso de los medios impresos-, se ha venido modificando, y pasó de la práctica pasiva a la activa. En la primera, solamente eran espectadores y estaban a expensas de lo que el medio quisiera; sin embargo, cuando empieza la digitalización de los procesos en los contenidos de los medios, se modifica la búsqueda y la manera como consumen las personas y, principalmente, los espacios de consumo.

Esta práctica de pasar de un consumidor pasivo a uno activo es quizá una de las grandes modificaciones que tenemos. No sólo por la posibilidad de producir y consumir, sino también porque hoy los espacios de consumo se trasladaron a los espacios públicos y privados.

Por otra parte, el consumo es cada vez más hiper individualizado, es decir, la gente no sólo quiere un contenido que apele a una gratificación personal, a un interés de un nicho. Hoy hay nanoaudiencias muy especializadas. Otra tendencia que tiene que ver con la práctica, con la gratificación constante y abusiva y que provoca el fenómeno llamado binge consuming o consumo compulsivo, es que la gente puede encerrarse un fin de semana a ver dos, tres, cinco, siete temporadas de una serie, si es que le da la vida, la espalda, el asiento y la comida es suficiente para poder hacerlo.

La lógica de consumir donde yo quiera, cuando yo quiera, como yo quiera, en el dispositivo que quiera y en los momentos que quiera, es la racionalidad del consumidor de hoy. Puede pensarse que este consumidor está limitado o delimitado específicamente a la generación millennial, a los centennials o la generación que sigue; bloques generacionales que representan casi una tercera parte de la población del país.

Hoy, ésta es una práctica que ya no está limitada al rango de edad. Por ejemplo, existen fenómenos, como de “Las Abuelitas Netflix”, que antes las “enchufaban” a ver telenovelas las 24 horas del día. Hoy hacen lo mismo, pero a través de una tableta y ven Netflix todo el día. O las famosas “Facebook Moms”, mamás de entre 35 y 40 años que descubrieron plataformas como Facebook, Pinterest, Instagram, que hoy viven conectadas para entender lo que están haciendo sus hijos, recuperar a sus amigos y compañeros de la primaria y la secundaria, saber qué está haciendo el esposo en sus tiempos libres. Están todo el tiempo pegadas al celular, tratando de administrar su vida privada, la vida pública y la vida laboral, también en estos espacios digitales. Realmente no se trata de un rango de edad, sino de un estilo de vida.

El tema más importante es quizá la modificación radical. Es empezar a dejar de ver a todos estos consumidores o usuarios de los medios por nivel socioeconómico o nivel educativo; por género o por rango de edad. Hoy lo que estamos tratando de ver es que hay estilos de vida muy delimitados.

Las estadísticas dicen que casi 80 millones de mexicanos tienen acceso a las tecnologías de la información y, sobre todo, a internet. Es decir, ya se rebasó la frontera del 60% de personas conectadas a la web y, en los próximos años, se incrementará; hoy el ritmo de crecimiento está cerca del 14% anual.

Asimismo, está la brecha de los excluidos por temas de acceso. Hoy el Gobierno Federal está tratando de hacer la conexión de México a través de establecer más hotspots y puntos de acceso en plazas públicas, universidades, colegios, parques, en centros de consumo para que toda la población pueda estar hiperconectada. Pero más grave es no tener pensado un programa de desarrollo de alfabetización digital para eliminar las megabrechas que se generan en el entorno digital.

En nuestro país, los servicios de internet no están pensados para las comunidades indígenas. De hecho, no existen plataformas gubernamentales que tengan los servicios con traducción, no hay servicios de digitalización.

Por tanto, ¿cuál es el problema mayor del consumidor hoy en la era digital? Que todo se basa en ocio y entretenimiento. El internet se usa para servicios de consumo de audio y video; el audio es simplemente para escuchar alguna estación o música, y las gratificaciones tienen que ver con experiencias muy particulares en términos de en qué estado de ánimo estoy, pues todo mi ecosistema de consumo va a estar para mantener ese estado de ánimo, reforzarlo o mejorarlo.

Y esta práctica la entienden las marcas, los proveedores de servicio y entonces, nos hemos vuelto consumidores permanentes de todo. Una compañía que antes se dedicaba a venderte servicios o productos, como puede ser una bebida gaseosa o un refresco, hoy tiene canales de televisión, estaciones de radio, comunidades virtuales, es decir, todos se han vuelto proveedores de contenido.

Ya no es necesariamente esto una particularidad de la industria de los medios, todos entraron a esta lógica porque vivimos consumiendo permanentemente. Pero lo más grave es que ya no consumimos sólo productos y servicios, consumimos personas y entramos en una era que hoy denominamos el panóptico, de ver y ser observados.

Hoy, me aburre un perfil, le doy un clic y cambio a otro timeline. Estoy viendo Twitter, estoy viendo Pinterest y así, voy consumiendo personas en función de cuánto tiempo libre tengo.

Hemos llegado a la era del fin de los tiempos muertos: son tiempos de consumo.

El gran desafío es una alfabetización digital integral. Hoy los planes de educación digital están centrados en el saber hacer clic. Es realmente un instruccionismo digital: te dicen cómo utilizar una computadora, o cómo sacarle provecho a una cámara digital, o para qué sirve un teléfono. Este software te va a ayudar, pero no son prácticas de sentido; que la gente pueda decir: ¿Esto en qué me va a ayudar a mejorar mi calidad de vida? ¿Cómo con esta herramienta podría potenciar a mi comunidad?

Hay proyectos maravillosos que con una herramienta digital han recuperado la vida pública. Han podido sacar una comunidad de marginación, a potenciarla económicamente, culturalmente. Lo que falta es un proceso integral en ese sentido y, por otra parte, que la gente pase de ser un ciudadano mediático a un ciudadano digital responsable, prosocial y con ética, pensada en cómo ayudar a la comunidad a ser un mejor entorno.

Por tanto, el gran desafío es potenciar justo eso: identificar primero quiénes son estos ciudadanos digitales, cómo se comportan, desde dónde actúan, cómo están haciendo uso de las herramientas digitales y, sobre todo, enseñar a entender la realidad en la cual se mueven, a ser sensibles a su realidad, ayudar a transformar la realidad y darle sentido.

Hoy, vivimos en la crisis donde no sabes qué es verdadero, qué es falso, qué contenido realmente está llegando a los medios y cómo hacer uso crítico y racional de ello. El tema de tener certeza, de tener la verdad y cero relativismo. Tener también el componente de qué es estético y no sólo bello, sino que sea esperanzador en tu vida porque le aporta sentido. Ahí es donde viene el componente de bondad, porque está en función del otro y entonces la otredad, que lo tenemos hoy tan relegado en nuestra vida, nos ha orillado a ser individualistas. No pensamos en las demás personas.

Entonces, cuando se habla de temas como pobreza, migración, violencia de género, se vuelven tan insensibles estas generaciones. El compromiso, y es una corresponsabilidad de todos los actores, no sólo el sector educativo, los padres de familia, las instituciones de gobierno, etcétera, es forjar un sistema coordinado de responsabilidades en el que estemos involucrados en la dinámica para construir un mejor ciudadano en la era digital.

Jorge Alberto Hidalgo Toledo
https://revistadelconsumidor.profeco.gob.mx/

Regresar al blog