Sombrerete: el Pueblo Mágico donde el tiempo se detuvo entre cerros, cantera y tradición

En el corazón de Zacatecas, atrapado entre cerros y envuelto en el aroma de la historia, se encuentra Sombrerete, un Pueblo Mágico que parece detenido en el tiempo. Aquí, el sol incendia las piedras de cantera anaranjada, las calles brillan con mármol antiguo y las leyendas se deslizan por callejones coloniales mientras un arroyo —el del Diezmo— susurra historias en su lento paso.

Este lugar es mucho más que una parada turística. Es un viaje al pasado, un encuentro con la arquitectura barroca y la vida conventual, una inmersión en la gastronomía tradicional, y un testimonio vivo del esplendor minero del siglo XVIII. En mayo, la fe sube por los cerros en forma de cruces y peregrinos, y cada rincón del pueblo revela la riqueza espiritual, artística y cultural que lo caracteriza.

Un recorrido entre iglesias, cantera y devoción

Sombrerete podría ser descrito como una ciudad de templos. Sus iglesias son verdaderas joyas coloniales. La Iglesia de Santo Domingo de Guzmán, concluida en 1743, destaca por su fachada churrigueresca y su historia virreinal. La Parroquia de San Juan Bautista, con su cúpula restaurada tras la Revolución, sigue siendo punto de reunión y culto desde 1777.

En la Plazuela de San Francisco, el visitante puede detenerse frente a un conjunto arquitectónico impresionante: la Iglesia de San Francisco, la Capilla de la Tercera Orden y el Convento de San Mateo, donde las piedras hablan del pasado franciscano de la región. Más adelante, en la Plazuela de la Soledad, se erige el Templo de la Soledad, junto al Convento de Nuestra Señora de la Soledad, donde aún viven monjas clarisas que elaboran rompope, buñuelos y vino de membrillo.

Cada calle es un recuerdo. Cada cruz en lo alto del cerro es un testimonio. Caminar por la antigua Calle Real es hacerlo entre casonas coloniales, árboles añosos y gente que aún vive con sombrero, sombra y nieve en mano.

Artesanías, sabores y memorias

Una de las experiencias más entrañables al visitar Sombrerete es su producción artesanal. La tienda Artesanías García, en la Avenida Aréchiga, ofrece pirograbados de los paisajes locales, objetos forrados con vaqueta y pinturas al óleo hechas por la familia García. Otra parada obligada es el taller de cerámica de Martha Rojero, donde las formas están inspiradas en la antigua cultura chalchihuites.

Y como no hay viaje completo sin sabor, el visitante debe probar las famosas brujitas, empanadas rellenas que antes “volaban” de los portales. También están los tacos de papel, con su tortilla frita, rellenos de guisos tradicionales y coronados con crema, repollo y salsa. Y para el postre, nada como la nieve de Don Mere, un helado artesanal de frutas y atole, servido con mermelada casera.

Excursiones a los alrededores

A solo 18 km se encuentra La Noria, un pueblo casi fantasma donde sobreviven ruinas mineras, una tienda de raya abandonada y la Iglesia de San Pantaleón. A 30 km está el Parque Nacional Sierra de Órganos, un espectáculo natural de columnas de piedra, ideal para caminatas, fotografía y eventos deportivos como carreras nocturnas. El paisaje fue escenario de películas del viejo oeste, y sus rocas aún guardan el eco de esas historias.

¿Cómo preparar tu viaje?

Para vivir plenamente Sombrerete y sus alrededores, lo ideal es planear una estancia de varios días. Recomendamos llevar ropa cómoda para recorrer calles empedradas, una cámara para capturar cada fachada y —por supuesto— un juego de maletas de viaje que te permita organizar todo lo necesario para una experiencia completa.

Contar con un juego de maletas bien distribuido facilita llevar ropa de día y de noche, espacio para recuerdos y artesanías, y lo esencial para posibles excursiones. No olvides dejar espacio para los antojos locales que seguramente querrás llevar de regreso.

Sombrerete, un lugar que se queda contigo

Visitar Sombrerete no es solo caminar por calles de cantera. Es recorrer el alma de un pueblo que ha sabido conservar su esencia a través del tiempo. Es vivir la espiritualidad de sus templos, la calidez de su gente, la riqueza de su historia y la belleza de su paisaje.

Y al volver, cuando desempaces tus maletas, notarás que algo más viaja contigo: el recuerdo de un lugar donde cada piedra, cada aroma, cada sabor… tiene algo que contar.

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