Jerez, Zacatecas, es uno de esos lugares que no se entienden a la primera, pero se sienten al instante. En sus calles adoquinadas se entrelazan la poesía y la música, el silencio y la fiesta, la cantera rosada y el verde de los cipreses. Este pueblo, cuna del gran poeta Ramón López Velarde, ha sabido conservar su esencia a través de los siglos, combinando tradición, arte, cultura y sabor en una experiencia única.
Desde el momento en que se pone un pie en el centro de Jerez, se percibe que aquí el tiempo no se detiene, solo camina más lento. El Jardín Rafael Páez, con su icónico quiosco de madera tallada de estilo morisco, es el punto de partida ideal para una travesía por la historia y el arte popular de la región. Rodeado de portales como el de Inguanzo y el de Humboldt, este jardín es testigo de encuentros cotidianos entre vecinos, músicos, visitantes y vendedores de raspanieves, ese manjar helado que mezcla tradición y frescura.
Explorar Jerez implica recorrerlo a pie, perderse en sus rincones, detenerse frente a cada edificio y dejarse llevar por su atmósfera. Por eso, el acompañante ideal para una jornada así es una mochila crossbody. Práctica, segura y cómoda, esta mochila se cruza al cuerpo para dejar las manos libres y moverse con libertad. Ya sea que lleves una cámara, una libreta para tus notas o simplemente tus objetos personales, su diseño compacto te permite mantenerlo todo contigo sin perder el estilo.
La suave patria del poeta
La visita obligada para los amantes de la literatura está en la Casa Museo Ramón López Velarde, donde nació en 1888 el autor de La suave patria. Su antigua casa decimonónica fue transformada en museo en 1951 y ahora alberga manuscritos, fotografías, muebles originales y una atmósfera que parece contener aún el eco de sus versos. Es un espacio íntimo donde se puede escuchar fragmentos de sus poemas, y reflexionar sobre la sensibilidad del autor que hizo de Jerez su raíz eterna.
Entre cantera, filigrana y tambora
Jerez también se distingue por su maestría artesanal. En las joyerías del centro, como García o La Reina de París, se encuentran arracadas de filigrana en oro y plata, mientras que en las talabarterías tradicionales —Corral, Gordiano o Escalera— se fabrican los cintos piteados más elegantes de la región. Todo ello con un sello local: el de generaciones de artesanos que dominan su oficio y lo convierten en arte utilitario.
Los talleres de alfarería, como el de la familia Núñez, también merecen una visita. Y si de arquitectura se trata, el Panteón de Dolores es una parada inolvidable. Considerado uno de los más antiguos del estado, su diseño mezcla arte funerario y escultura en cantera, con mausoleos y pórticos que parecen contar historias al caer la tarde. Recorrerlo es caminar entre la memoria y la belleza pétrea.
Patrimonio vivo
Jerez ha sabido transformar sus espacios históricos en centros vivos de cultura. El antiguo Edificio de la Torre, construido en 1896 como escuela para niñas, hoy es el Instituto Jerezano de Cultura. Su diseño recuerda al gótico europeo, pero con un inconfundible acento mudéjar y zacatecano. Aquí es posible encontrar exposiciones, talleres y actividades culturales que reflejan la vida artística del municipio.
También destacan sitios como el Portal de las Palomas, que lleva al visitante a la Parroquia de la Inmaculada Concepción, templo del siglo XVIII con una sola torre herreriana. Su sobriedad contrasta con la energía festiva de los alrededores, donde la música de tambora es casi omnipresente. En Jerez, la música no es solo un espectáculo, es una forma de vivir. El “tamborazo” nace aquí, se escucha en las plazas, y es motivo de orgullo para los jerezanos.
Sabores que reconfortan
Después de una larga caminata, nada como un buen descanso con un toque dulce. Las famosas raspanieves de El Paraíso o el carrito de “La Ermita” combinan bolas de helado, hielo picado y mermelada, creando una delicia refrescante que enamora a primera cucharada. Ya sea de fresa o guayaba, este postre típico es casi un ritual obligado para cerrar con broche de oro un día en el centro del pueblo.
Y por supuesto, todo ese recorrido, las compras, las fotografías, los pequeños tesoros que se recolectan en el camino, pueden guardarse cómodamente en tu mochila crossbody, que te permite moverte ligera o ligeramente cargado, siempre con las manos libres y sin preocuparte por la seguridad de tus pertenencias.
Jerez: entre la nostalgia, el arte y la practicidad
Visitar Jerez es adentrarse en un universo de contrastes armoniosos: lo clásico con lo moderno, lo solemne con lo festivo. Aquí todo sucede al ritmo de su gente, sus costumbres y su música. Para vivirlo al máximo, lo mejor es prepararse para andar, observar y disfrutar. Y para eso, contar con una mochila crossbody es más que un acierto, es una extensión de ese espíritu libre que caracteriza a los viajeros que buscan no solo llegar, sino sentir el lugar.